domingo, 10 de noviembre de 2013

La deshumanización.




Me siento como observando una pintura surrealista. Como en una película siniestra donde el color dominante fuera el gris. Quizás los personajes de Momo los hombres de gris invaden ahora todo el espacio... Dónde está Dios, en qué mundo vivimos.

Es como si todos estuviéramos locos, se está dando la vuelta a todo, nada es normal; al menos así lo veo. Puede que como dicen mis amigos estoy fuera de onda, soy una especie de troglodita. Fuera de lugar y es posible que sea eso. Verán mi punto de vista y creo que también lo creeran así.

Siempre me han gustado  los animales, he tenido pájaros en casa, canarios, jilgueros, verderones, todos estos que alegraban la casa. He tenido perros, básicamente para la caza, o para que cuiden de una casa, o para tener una compañía, alguien que acaricias y mueve el rabo... Siempre me ha gustado ir a los toros, ver una faena esperanzado que fuera una tarde para recordar, leer las crónicas del día siguiente y leerla y releerla, así recordar la tarde vivida. Me ha gustado ir a la Sierra Norte, cuando en la época de celo de los venados, asistir a la berrea y pasar el día en el campo, en la montaña, comer carne que lo pide el cuerpo y normalmente es un día frío, terminar la comida con un brandy (que ya no es coñac), a ser posible de Jerez. Los domingo se asiste a misa, a las doce se reza el ángelus y por la tarde cuando estamos todos juntos o los que estamos, rezamos el Rosario. Cuando en la época del año donde toca hablar de misiones, viene un cura de allende los mares o de África y nos pone al corriente de la Misión, nos pide generosidad; y luego de que nos erizara el vello con su plática, hayamos contribuido, como Dios manda.

Ahora, nada de lo dicho antes. Hemos llegado al límite de la deshumanización del Hombre: el hombre es fruto de la madre naturaleza, a la que hay que amar, y cuando digo amar quiero decir adorar, se despiertan los instinto de humanidad dirigidos a los animales, protegidos igual e incluso más que a los humanos.
La humanización es una cualidad del ser humano, los animales no la comparten con el hombre, entre otras cosas y sobre todo, porque la naturaleza no es madre sino es una creación de Dios y el hombre también y además a su imagen y semejanza. Nunca la naturaleza, ni los animales, pueden estar al mismo nivel del hombre. El hombre es templo de Dios (1 Co 3, 16), el hombre es templo del Espíritu Santo (1 Co 5, 19) y los animales no. Hemos llegado a tal punto en la humanización de los animales que cuentan, que en el maremoto o Tsunami que hubo hace poco, muchos de los animales no presintieron, porque perdieron el instinto animal, el maremoto que se avecinaba. Cuando el resto de animales, que no estaban humanizados, se buscaron un lugar a salvo.
Estamos empeñados en expresar la tristeza o la alegría del hombre sin palabras y buscamos una imagen de un perro o de un gato... lamento comunicar a los falsos amantes de los animales, que les roban su instinto, que los animales no sonríen...
A los que no aman el toro bravo, eso que quieren que desaparezca de las plazas y del campo, esto va unido; que no entienden que la primera camada de los animales, debe matarse, para que perdure la especie, esos que creen que merecen la cárcel o incluso la muerte (ojo por ojo) aquél que mata a un lince, o un águila, o quien tiene jilgueros en su casa, debería estar en una jaula también, así sabemos lo que es estar enjaulado, que el mismo derecho tiene el jilguero que yo.
El centro de la Creación es el hombre, incluso Dios puso a los ángeles al servicio del mismo, aún siendo un ser superior al hombre.
Y como todo va unido, no merece la cárcel la mujer que mata a un niño (mucho menos el ojo por ojo, ¡la pobre!, en este caso por un ser humano), el que le es encomendado por Dios para que lo proteja desde su seno o busca excepciones de edad o circunstancia para que le sea permitido matar, porque matar no es matar si tiene 16 años. Que el quinto mandamiento, se le olvidó a Dios decir que siempre que no tuviera más de 16 años.
Y, por otra parte, en el arduo camino de la deshumanización, nos encontramos con el sexo. Cosa importante ésta para todo ser humano, todo gira entorno al sexo. A los niños, mientras antes mejor hay que hablarles de sexo, ese sería el undécimo mandamiento que a Dios se le olvidó, porque quitamos el sexto y lo llamamos sexo, hablar a los niños de sexo. Yo soy cristiano, ¡Oh Dios Mío! cuanto te quiero... dice el cristiano deshumanizador, pero por si acaso, le digo a mis hijos que no se olviden de ponerse condones como hago yo.Porque ya no se les educa para que comprendan que hay que vivir la castidad conforme al estado que se tiene, nada aquí te pillo aquí te mato, que esto es amor... y a otra cosa mariposa.

Eso si, pobre perrito abandonado, quién puede hacer eso. Yo cuando miro  la foto superior de este artículo, pienso sólo que es una pena el pecado que cometo cada vez que no pongo todos los medios a mi alcance para acabar con esa estampa, me refiero no al del perrito abandonado sino al de los niños desnutridos, que no es cuestión de control de natalidad, sino de castidad y de repartir y compartir. En cuanto al perrito abandonado, no puedo pensar en ello mientras un solo niño muera de hambre. Pero eso es cosa de prioridades, seguro que alguien lo recogerá, lo acogerá y le dará su cariño, el que le falta a miles y miles de niños que mueren por el hambre, el aborto y falta de medios.

Pero claro, no faltará el deshumanizador protector y adorador de la madre naturaleza que no repita con golpes en el pecho, ¡Oh Señor! Cuánto te quiero...