martes, 13 de octubre de 2015

"UN NIÑO NACE" LENNART NILSON. 1965


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El trabajo del fotógrafo Lennart Nelson.

Nelson se hizo famoso en todo el mundo con su serie fotográfica «Un niño nace», que vio el mundo en 1965.

Para conseguir filmar el desarrollo del embrión utilizó un cistoscopio (un tubo que incorpora un sistema óptico para recibir la imagen (con una fuente de luz muy intensa para iluminar el interior de la vejiga) y un canal o vía de acceso independiente para permitir que se añadan otros instrumentos con los que el médico puede manipular a distancia en el interior de la vejiga).

El esperma en la trompa de Falopio se mueve hacia el óvulo



El óvulo



Encuentro crítico



Uno de los 200 millones de espermatozoides del padre rompe la "cáscara del huevo".



Espermatozoide seccionado. La cabeza contiene todo el material genético.


Una semana después, el embrión, deslizándose por la trompa de Falopio, se mueve en el útero.


Una semana después, el embrión se adhiere al endometrio.



Día 22 del desarrollo embrionario. La materia gris es el futuro cerebro.



En el día 18 del embrión comienza a latir el corazón



Día 28



5 semanas, mide 9 mm, se adivina la cara con agujeros para la boca, la nariz y los ojos.



Ocho semanas


10 semanas. Los párpados ya están entreabiertos.



16 semanas



A través de la fina piel es visible para la red de vasos sanguíneos.



18 semanas. El feto puede percibir los sonidos del mundo exterior



20 semanas sobre unos 20 cm



36 semanas. Un mes más tarde, nacerá el bebé.




Fuente: lennartnilsson.com/bocker/ett-barn-blir-till/

lunes, 12 de octubre de 2015

SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA Rubén Darío.


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SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio condenasteis al noble entusiasmo,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
digan al orbe: la alta virtud resucita
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.

Abominad la boca que predice desgracias eternas,
abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos,
abomidad las manos que apedrean las ruinas ilustres,
o que la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la Tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo
ni entre momias y piedras reina que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que tras los mares en que yace sepultada la Atlántida,
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espítiru ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.
Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.

La latina estirpe verá la gran alba futura,
y en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros.
¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!


[Madrid, marzo de 1905]