domingo, 8 de enero de 2017

CONCIENCIA Y VERDAD

+

Se ha convertido la conciencia como el amor, en valores manoseados y utilizados, hoy en día, para cualquier pretexto, lo que ha llevado a que pierda su verdadero sentido...

Un político en alza (Maroto), posiblemente por su orientación sexual ya que tal vez la política progresista española necesita un Zerolo o un Miguel Sebastián de guardia, dijo que su  boda fue el triunfo del amor[¿?] Igual está pensando también que el incesto, la pedofilia y la poligamia, debieran de ser (siendo como son tan degenerados y contra todo orden natural) legalizado, como lo fue su matrimonio[¿?].

¡Que explote el amor por todos lados! ¡Que nos inunde de colores!

El amor.
La conciencia.
...ancha es Castilla, amigo Sancho.



"El individuo no puede pagar su progreso, su bienestar con una traición a la verdad conocida."
Benedicto XVI siendo todavía cardenal, trata este tema de la conciencia, en su conferencia "CONCIENCIA Y VERDAD" publicada en 1991 del que extraigo un extracto de "Newman y Sócrates: guías para la conciencia." que me parece muy a propósito para instruirnos sobre ello.

(...) Tomás Moro, para el que la conciencia no fue de ninguna manera la expresión de una testarudez subjetiva o de terco heroísmo. El mismo se colocó entre aquellos mártires angustiados que solamente después de indecisiones y muchas preguntas se obligaron a sí mismos a obedecer a la conciencia: a obedecer a esa verdad, que tiene que estar en mayor altura de cualquier instancia social y de cualquier forma de gusto personal. Se nos presentan pues dos criterios para discernir la presencia de una auténtica voz de la conciencia: ésta no coincide con los propios deseos y los propios gustos; no se identifica con lo que socialmente es más ventajoso, con el consenso de grupo o con las exigencias del poder político o social.

Aquí nos es de utilidad echar un vistazo a la problemática actual. El individuo no puede pagar su progreso, su bienestar con una traición a la verdad conocida. Ni siquiera la humanidad entera puede hacerlo. Tocamos aquí el punto verdaderamente crítico de la modernidad: la idea de verdad ha sido eliminada en la práctica y sustituida por la de progreso. El progreso mismo ``es'' la verdad. Sin embargo, en esta aparente exaltación se queda sin dirección y se desvanece. Efectivamente, si no hay ninguna dirección todo podría ser lo mismo: progreso como regreso. La teoría de la relatividad formulada por Einstein, concierne como tal al mundo físico. Pero a mí me parece que puede describir oportunamente también la situación del mundo espiritual de nuestro tiempo. La teoría de la relatividad afirma que dentro del universo no hay ningún sistema fijo de referencia. Cuando ponemos un sistema como punto de referencia y partiendo de él tratamos de medir el todo, en realidad se trata de una decisión nuestra, motivada por el hecho de que sólo así podemos llegar a algún resultado. Sin embargo la decisión habría podido ser diferente de lo que fue. Lo que se ha dicho, a propósito del mundo físico, refleja también la segunda revolución copernicana en nuestra actitud fundamental hacia la realidad: la verdad como tal, lo absoluto, el verdadero punto de referencia del pensamiento ya no es visible. Por eso, tampoco desde el punto de vista espiritual, hay ya un arriba y un abajo. En un mundo sin puntos fijos de referencia dejan de existir las direcciones. Lo que miramos como orientación no se basa en un criterio verdadero en sí mismo, sino en una decisión nuestra, últimamente en consideraciones de utilidad. En un contexto ``relativista'' semejante, una ética teleológica o consecuencialista se vuelve al final nihilista, aunque no lo perciba. Y todo lo que en esta concepción de la realidad es llamado ``conciencia'', si lo estudiáramos a fondo vemos que no es más que un modo eufemístico para decir que no hay ninguna conciencia, en sentido propio, es decir, ningún ``consaber'' con la verdad. Cada uno determina por sí mismo sus propios criterios y en la universal relatividad, nadie puede ni siquiera ayudar a otro en este campo, y menos aún prescribirle nada.


viernes, 6 de enero de 2017

EL ENIGMA RUSO, por Juan Manuel de Prada

+
Decía Churchill, ateo, masón y (lo que aún resulta más imperdonable) escritor ful, que “Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Lo que en verdad resulta enigmático es que Churchill se convirtiese en ídolo de todos los conservadores y católicos zombis, que llevan setenta años dándonos la matraca hagiográfica con tan nefasto personaje; los mismos, más o menos, que llevan colgados de la brocha del anticomunismo para justificar su grotesca rusofobia. Chesterton ya nos advertía hace casi un siglo que quienes execran las calamidades remotas del comunismo son los mismos que nos distraen de las cercanas tropelías del capitalismo. Y, en efecto, el anticomunismo ha sido una especie de implante emocional entre la gente de derechas que, mientras el comunismo soviético se mantuvo en pie, sirvió al capitalismo para convertirnos en una colonia descristianizada; y todavía hoy, cuando el comunismo soviético lleva muerto más de dos décadas, sigue sirviendo a modo de espantajo paranoide para alimentar entre esta misma gente la rusofobia más rabiosa y truculenta. Pero, como afirmar que el país que defiende los valores tradicionales y ha abierto más de veinticinco mil iglesias en las dos últimas décadas es comunista empieza a resultar, en verdad, un poco chusco, los corifeos del anticomunismo engatusan a la gente de derechas más sugestionable con la matraca de la antañona pertenencia de Putin al KGB.

Pero, acaso sin pretenderlo, el ateo, masón y escritor ful Winston Churchill tenía algo de razón cuando soltó aquella charada inepta. Rusia, en efecto, guarda en su alma un enigma precioso que los corifeos del anticomunismo han tratado de oscurecer a toda costa, logrando incluso que los católicos zombis (a la postre más atentos a la propaganda anticomunista yanqui que a los mensajes de la Cueva de Iria) se tragaran sus intoxicaciones. Pruebas de que Rusia guarda un enigma precioso en su alma es que todos las gentes infectadas de odio teológico, lo mismo progres que liberales, la denostan con efusión de espumarajos; prueba de que Rusia guarda un enigma precioso en su alma es que todos los chiringuitos del mundialismo tratan de desprestigiarla del modo más burdo ante las masas cretinizadas (muy recientemente, por ejemplo, la hedionda Amnistía Internacional); prueba de que Rusia guarda un enigma precioso en su alma es que el enemigo histórico por antonomasia de la Cristiandad, el pérfido turco, no puede disimular su rabia y su encono contra ella; prueba de que Rusia guarda un enigma precioso en su alma es que ha logrado que muchas gentes, hasta ahora apuntadas al conservadurismo panoli y al catolicismo zombi, estén empezando a abrir sus ojos legañosos de anticomunismo con la intervención de Rusia en Siria.
Y es que la intervención de Rusia en Siria nos ha enseñado muchas cosas. Nos ha enseñado, por ejemplo, que la “alianza internacional” contra el Estado Islámico era un cuento chino; nos ha enseñado que las alimañas del Estado Islámico han sido armadas y sufragadas por el mundialismo; nos ha enseñado que Turquía es un Estado criminal que comercia con un petróleo amasado de sangre y sirve de refugio a los terroristas; y muchas más cosas que no me caben en el artículo. En alguno de sus discursos, Putin afirmó que una gran potencia no debe serlo sólo desde un punto de vista político o militar, sino también moral y espiritual. Ojalá Rusia sea fiel a este desiderátum y logre alumbrar al mundo el enigma que custodia en su alma; pues, si se conforma con la línea de “pragmatismo” que ciertos sectores de enemigos infiltrados tratan de inspirar en Putin, Rusia terminará siendo una colonia más del mundialismo.

(Artículo publicado en ABC el 2 de enero de 2016)