miércoles, 14 de junio de 2017

ROMANCE DEL PUEBLO LEJANO (Joaquín Romero Murube)

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A la oración, cuando el aire
olía a pan y en el campo
comenzaban a borrarse
árboles, sombras, ganados;
cuando don Andrés, el cura
principiaba su rosario
y por las últimas calles
-soledades y trabajos-
con olor de yerba verde
hombres subían cantando;
cuando el humo del hogar
blanqueaba en los tejados
y las madres recogían
a los niños de la mano...
tú estabas en tu ventana
y yo pasaba a caballo.
En mis ojos una estrella.
Y sobre tu pecho, un nardo.


Por el corredor llegaba
el aliento de los patios,
hecho de flores dormidas
sobre paredones blancos.
Los rincones de la infancia
-ternura de jaramagos-
mundos en el abandono
de los juegos y los años.
¡Qué angustia de soledad,
amor primero y callado,
entre la gente que ignora
nuestro silencio lejano!
¡Qué desgana de la vida!
¡Qué afán de huir, de dejarlo
todo por ir a tu calle
y ver tu casa y tu patio!

Sin saber por qué he venido.
Esta es mi alcoba y mi cuarto.
En la ventana el herraje
eterniza el mismo cuadro.
Se adivina, negra, el agua
en el pozo ensimismado.
Entre las ramas del cielo
tiembla el sueño de los pájaros.
La casa grande, esterada,
mata mi voz y mis pasos.

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